que lleva al río.
Allí vive Isabela
en el número cinco
Dicen las amigas
que no tiene novio
que sus amores están en los libros.
Personajes quijotescos,
esgrimistas y bucaneros
son los que despiertan
el deseo de lo opuesto.
Riega su patio y sus flores.
Entra y sale de casa.
Lee, trabaja y descansa,
sin encontrar la pieza perdida
en la realidad inmediata.
Una tarde de marzo
tomando el sol en el puente,
alzó la vista del verso
y vio un rostro perenne
Era un amuleto de rutas remotas,
de mito griego con naves errantes y disidentes desiertos.
Fachada flamenca que invitaba al encuentro.
La realidad le advertía,
no es capitán de un Tercio,
no es conquistador del Seiscientos,
ni salido de un cuadro del Tintoretto.
Es sólo un hombre venido de lejos.
Una voz deshilvana le pregunta:
¿dónde está la calle del museo?
El mármol de ancestros la levanta del asiento.
Las palmeras del Alcázar abanican tardes sencillas
de lecturas y sueños geométricos.
Le acompaño caballero
mi casa está cerca,
junto al bazar de espejos.
El Arcángel los observa
bajo el Arco del Triunfo
como una estampa vieja.
Aleteando la escena
los graba en arcilla experta.
Caminando junto a él
va susurrando Isabela
al compás de las pulsueras
y del collar de cuentas.
Es un amor anacrónico
el que ella baila a su vera.
Acuarela de @ayenetcustomart
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