Desde que iba a casa de los abuelos en un pueblo de Andalucía, pisar las losas blancas y negras en el salón de abajo era uno de los juegos favoritos en esa infancia rural. Luego el atrevimiento era saltar sobre ellas con alguna que otra desencajada. Hacia delante, atrás, de un lado a otro, para finalmente subir la escalera y verlas todas desde el último peldaño. Este trazado de coordenadas reales o imaginadas me ha acompañado a lo largo del tiempo. Cuando estudiaba arte o confeccionaba mapas aparecía esa dimensión geométrica.
No juego al ajedrez pero aplico ciertos códigos a cualquier situación personal o profesional. Entiendo el tablero como una microfísica humana con sus reglas ante ese universo desolador de orden oculto. Me posiciono en la casilla protectora construida por una arquitectura cultural de siglos, frente al "buen salvaje" de Rousseau que vive al margen de la sociedad. Nunca me ha gustado el señor del Emilio (1). Si no te posicionas lo harán por ti. Guardas una prudente equidistancia y en ella reconoces tu diferencia. Pues la igualdad de la cuadrícula puede confundir realidades.
Tengo un dossier de textos e imágenes ajedrecistas que he ido recopilando a modo de manual útil para moverme en diferentes contextos. Siento fascinación por el pensamiento en diagonal de Bruce Pandolfini, ése que aprovecha atajos y agujeros en los que situarse. Para algunos no estará bien visto pero yo lo veo así. Un asalto inevitable cuando es necesario y no te queda otra.
Desde hace años trabajo en administrados territorios hostiles que me obligan a orientar a personas con ciertas dificultades de acceso y permanencia en ese mercado tan salvaje como es ganarse la vida. Si alguna de ellas manifiesta que no sabe por donde tirar, sale el yo de sibila aconsejable como Atenea saltó de la cabeza de su padre. Ahí es cuando despliego el arsenal de principios vitales para moverse entre áreas claras y oscuras, saltando como en mis juegos de niñez. Pisar algunas geografías y explorar nuevos entornos requiere un sentido lúdico para no caer en el desánimo. El homo ludens de J. Huizinga (2) escoge el camino adecuado para llegar a un punto estratégico más deprisa. No le afectan las ideas preconcebidas. Es ingenioso, perceptivo, flexible, imaginativo y pragmático. Puede conseguir algo a partir de la nada o reducir una gran complejidad a sus fundamentos esenciales.
Asumir responsabilidad es la primera regla para no perderte en este juego de oferentes y demandantes. Así que cuando acudáis a mi, Manuel o Sara, antes de empezar con vuestra historia voy a preguntaros por esa peli o ese libro al que habéis acudido más de una vez, para ver por dónde van los tiros y averiguar de qué frikeo cojeáis. Os voy a decir que si deseáis cambiar de situación debéis estar dispuestos a poner de vuestra parte todo lo necesario para avanzar con firmeza y seguridad. Y una cosa que olvidaba deciros: para tomar impulso, o como queráis llamarlo, utilizad un recurso motivador. Los jugadores de cualquier deporte lo hacen con escenas de alguna película, texto literario etc. A modo de ejemplo, yo escucho -Héroes- de David Bowie y salto dos casillas de tirón. Aquí os entrego las reglas del juego para trabajar con ellas. ¿Vale?
REGLAS
* Saber qué posición se ocupa en el punto de partida
* Conocer y desarrollar el rol de cada pieza desde el principio
* Jugar con el tablero no con el contrincante
* Las ideas preconcebidas demasiado rígidas pueden bloquearnos impidiendo que encontremos otras rutas alternativas
* No ignorar una buena corazonada
* Observar los movimientos del oponente. Nunca lo subestimes
* No desperdiciar material. Los recursos son un valor potencial
* Llevar la iniciativa
* Jugar por el centro
* No extralimitar. Control del tiempo y espacio donde se mueve
* Convertir las debilidades en fortalezas y las amenazas en oportunidades
* Aprender de los errores
* No hacer sacrificios sin una buena razón
* No hay malos ni buenos, no hay que juzgar, hay que saber por qué ocurren las cosas (movimientos)
* Buscar pequeñas ventajas
* Los movimientos específicos siempre prevalecen sobre las reglas generales
* Jugar al máximo. Conseguir más de aquello con lo que nos conformamos
Ajedrez
I
En su grave rincón, los jugadores
rigen las lentas piezas. El tablero
los demora hasta el alba en su severo
ámbito en que se odian dos colores.
Adentro irradian mágicos rigores
las formas: torre homérica, ligero
caballo, armada reina, rey postrero,
oblicuo alfil y peones agresores.
Cuando los jugadores se hayan ido,
cuando el tiempo los haya consumido,
ciertamente no habrá cesado el rito.
En el Oriente se encendió esta guerra
cuyo anfiteatro es hoy toda la Tierra.
Como el otro, este juego es infinito.
II
Tenue rey, sesgo alfil, encarnizada
reina, torre directa y peón ladino
sobre lo negro y blanco del camino
buscan y libran su batalla armada.
No saben que la mano señalada
del jugador gobierna su destino,
no saben que un rigor adamantino
sujeta el albedrío y su jornada
También el jugador es prisionero
(la sentencia es de Omar) de otro tablero
de negras noches y de blancos días.
Dios mueve al jugador, y éste, la pieza
¿Qué Dios detrás de Dios la trama empieza
de polvo y tiempo y sueño y agonía?
(Jorge Luis Borges)
1.- Jean-Jacques Rousseau. Emilio o de la educación. Libro V.
2.- Johan Huizinga. Homo ludens. México. Fondo de Cultura Económica. 2005. 244 pp.
Sensacional, Isa Koora, mayéutica ajedrecística en pleno territorio comanche. Espero seguir leyéndote mucho. Un abrazo Camarada
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