Brumalia memorable

La residencia de mayores Brumalia se encuentra cerca del puente Tizón en la zona más fértil de Huertas de la Frontera. Acudo cada mes como voluntaria desde que llevo a cabo el proyecto de lectura y memoria para todos esos niños de posguerra. Leerles historias y escribir las suyas es una forma de crear un vínculo genealógico mutuo.

En estos días de Navidad me acompaña Juan, el terapeuta ocupacional de Brumalia porque mi compañera Eladia se ha tomado unos días de vacaciones. Iremos en su coche y de paso nos llegaremos al molino de Alonso y Nea que nos tienen preparado un lote de libros seleccionados por ellos. Sólo les dije que el texto no tenga la letra pequeña; el tema y el género lo dejaba a su criterio…

—Si te parece paramos para echar gasolina antes de dejar el polígono industrial y nos llegamos a Chinalandia. Siendo día festivo apenas hay ningún comercio abierto y en este almacén podemos encontrar papel de regalo o alguna curiosidad que nos sorprenda —le propuse a Juan a modo de magos de oriente.

—Marco Polo alucinaría con la ruta oriental a la inversa. Por cierto esto de preparar epifanías me pone nervioso —decía Juan mientras recolocaba el espejo del retrovisor— Hacer esfuerzos para que el envoltorio de las ausencias tenga su encanto y no se note la nostalgia de lo bueno vivido te altera algo por dentro.

Las Navidades no son una fecha. Son un sentimiento. Los recuerdos mellan los días y los años. La bruma del río se hace fantasma acercándose al campo habitado. Miran tras los cristales el anhelo de una esperanza. Nos adornamos de remedios y una caja de pequeñas alegrías. Traemos un ajuar para el alma, un expolio de sueños enterrados, días de estrellas doradas, la latitud y la longitud de un mundo de consuelos, un resumen de registros memorables, escenarios de películas clásicas… Ya llegamos.

Una Navidad no es una Navidad sin regalos.

Reconocer las señales de ánimo es tranquilizador cuando el movimiento se acorta y el reposo se alarga.